temporada de narices frías temporada de narices frías
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24.8.09
11.8.09
la ventana
Pues sí, soy una ventana. Una ventana de barrio pobre y con los vidrios sucios.
Tengo manos marcadas que se apoyaron en el cristal cuando pasaban por la calle, mirando para adentro los aguaceros grises que caian por el techo roto en el invierno ingrato que nos cagò de frio. Tengo los besos de una chica que pegaba su boca tibia al cristal helado y dibujaba amores tristes con la lengua entumecida en las visagras. Tengo polvo, tengo tierra, tengo la grasa de las caras que se me pegaron en verano, y las hojas que el otoño mandò a cortar. Tengo miradas de lunes por la mañana, de viejas chismosas y empleados, de escolares confundidos y funcionarios rutilantes, de Domingos con su misa, del curita de la iglesia, de chiquillas que se esmeran, de chiquillos que se fletan, de las ronchas de las piernas de los niños que se caen del columpio, de la historia amarga de la calle, del paño humedo y la vieja que se acerca. lo digo ahora, pues ya limpio, la memoria se me olvida...
Tengo manos marcadas que se apoyaron en el cristal cuando pasaban por la calle, mirando para adentro los aguaceros grises que caian por el techo roto en el invierno ingrato que nos cagò de frio. Tengo los besos de una chica que pegaba su boca tibia al cristal helado y dibujaba amores tristes con la lengua entumecida en las visagras. Tengo polvo, tengo tierra, tengo la grasa de las caras que se me pegaron en verano, y las hojas que el otoño mandò a cortar. Tengo miradas de lunes por la mañana, de viejas chismosas y empleados, de escolares confundidos y funcionarios rutilantes, de Domingos con su misa, del curita de la iglesia, de chiquillas que se esmeran, de chiquillos que se fletan, de las ronchas de las piernas de los niños que se caen del columpio, de la historia amarga de la calle, del paño humedo y la vieja que se acerca. lo digo ahora, pues ya limpio, la memoria se me olvida...
8.8.09
1.8.09
Colgado de un paraguas
Antes de ayer me encontré un paraguas botado en el suelo. Me paré junto a él, esperé a ver si alguien lo reclamaba, o quizás… si se trataba de una broma, asegurarme de que no estuviera el gracioso que juega con la efímera alegría del que, mirando al suelo, se lo encontraría ahí tirado. Luego de un rato, lo recogí, descaradamente lo revisé y una sonrisa me cruzó el rostro. De las manos lo llevé a la cajetilla, de la cajetilla al bolsillo y del bolsillo a Rengo.
Por las tardes lo saco a pasear. Lo abro y se agarra del viento que me espera a la salida del placar. Los tres juntos nos vamos hasta la nube más cercana y una vez ahí, nos deja y nos olvida.
Como es alto y no llevamos escalera, pues los bolsillos se llenan con el encendedor y los cinco cigarrillos para el viaje, me afirmo de él y dejamos que el aire apacigüe la caída.
A veces, bajar de una nube se resume en un pequeño golpecito en las suelas de las zapatillas, otras, es el culo el que se da contra el suelo, dejándome en los pantalones buena parte del polvo de la calle. Nunca supe como hacia Mary Poppins para caer con gracia y además no despeinarse en el viaje. Tenía clase la chica ésta, aunque a mi juicio como que se hacia la mosquita muerta, el cuento de la mina agraciada, humilde, algo mojigata y con paciencia eterna con los niños nunca se lo creí del todo. Pero bueno, eso no va al caso.
Volviendo al tema, una vez en tierra firme comenzamos a caminar. Lo llevo oculto en el bolsillo, pues no hay ni lluvia ni ley que me permita llevarlo por la city con completa impunidad. Un par de vueltas por ahí… de Pratt a la plaza, de la plaza a Pratt y de vuelta a casa… una vez que nos alejamos de la ciudad, lo saco a respirar, enciendo un cigarrillo y esperamos a que el viento pase y nos recoja.
No sé si será por el smog de la city, el viento que me pega en la cara o qué, pero los ojos se me ponen rojos desde que me lo encontré, así que antes de entrar a casa, una nube gris, de esas que anuncian chaparrón, me tira dos gotitas de agua, una en cada ojo, devolviendo el blanco a cada piedra.
Por las tardes lo saco a pasear. Lo abro y se agarra del viento que me espera a la salida del placar. Los tres juntos nos vamos hasta la nube más cercana y una vez ahí, nos deja y nos olvida.
Como es alto y no llevamos escalera, pues los bolsillos se llenan con el encendedor y los cinco cigarrillos para el viaje, me afirmo de él y dejamos que el aire apacigüe la caída.
A veces, bajar de una nube se resume en un pequeño golpecito en las suelas de las zapatillas, otras, es el culo el que se da contra el suelo, dejándome en los pantalones buena parte del polvo de la calle. Nunca supe como hacia Mary Poppins para caer con gracia y además no despeinarse en el viaje. Tenía clase la chica ésta, aunque a mi juicio como que se hacia la mosquita muerta, el cuento de la mina agraciada, humilde, algo mojigata y con paciencia eterna con los niños nunca se lo creí del todo. Pero bueno, eso no va al caso.
Volviendo al tema, una vez en tierra firme comenzamos a caminar. Lo llevo oculto en el bolsillo, pues no hay ni lluvia ni ley que me permita llevarlo por la city con completa impunidad. Un par de vueltas por ahí… de Pratt a la plaza, de la plaza a Pratt y de vuelta a casa… una vez que nos alejamos de la ciudad, lo saco a respirar, enciendo un cigarrillo y esperamos a que el viento pase y nos recoja.
No sé si será por el smog de la city, el viento que me pega en la cara o qué, pero los ojos se me ponen rojos desde que me lo encontré, así que antes de entrar a casa, una nube gris, de esas que anuncian chaparrón, me tira dos gotitas de agua, una en cada ojo, devolviendo el blanco a cada piedra.
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