temporada de narices frías temporada de narices frías
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20.5.09

A las nueve y treinta

A las nueve y treinta, la chica de las medias rojas se levanta. La mirada se le pierde en la ventana, y tras ella, los primeros cinco pasos de este jueves. Le gusta ver como el polvo de la noche empaña cada vidrio y el reflejo de su cuerpo se dibuja en la mañana. No me espera. Su boca ya se moja en el café y la blusa mece tres migas de pan centeno entre sus pechos.

17.5.09

4:30 a.m.




Ayer, mezclando sertralina, quetiapina, y un poco de cerveza comenzó la noche. Con un cigarro en la boca me detuve frente a la casa donde estaban unos amigos. De a uno fueron saliendo por la puerta, hasta que estábamos los cuatro acomodados en el vehículo.
Hacia un frio de mierda como para estar en la calle, por lo que terminamos en una cervecería, que al ser la única que queda en la ciudad, tiene el precio de los pitchers por el cielo (3.500$ por un jarro de cerveza aguada??).
Entramos. En el wurlitzer pasaban un video de iron maiden, las mesas estaban ocupadas por gente que nos pasaba al menos por 20 años. ¿Qué puedo decir del lugar?, un bodrio. De una mesa pusieron un video que parecía ser el coro de alguna iglesia, y resulto ser nada menos que Juan Gabriel. La culpable de que sonara aquel tema comenzó a pedir, no muy amablemente, a las demás mesas que bajaran la voz para poder escuchar al gordito que cantaba vestido de charro. Obviamente, nadie hizo caso, salvo nosotros, que al tenerla al lado, nos sorprendió más que al resto la actitud de aquella groupie.
Habrán pasado cuarenta minutos, cuando, vencidos por el sueño, vaciamos los vasos de un trago y salimos. De vuelta a la ‘’camino al cielo’’ (alguien me contó alguna vez, que antiguamente así llamaban a esas camionetas) partimos a la botillería. Por lo caro del jarro pasado, solo sacamos dos xelas de litro. Para variar, terminamos en la misma placita de casi todos los fines de semana. Al menos a mí, me agrada estar ahí. La plaza es linda, con sectores iluminados y otros (de nuestra preferencia) oscuros. No había nadie más así que esta vez elegimos las bancas.
Y cuando ya no esperábamos más de aquella noche, una de las que conformaba nuestro grupo de cuatro sacó un cogollo. Buscó un papelillo en el fondo de su bolsito azul, y lo dibujaron.


Bastaron un par de fumadas para que el mundo se distorsionara (no en gran medida, solo lo justo para perder el hilo de cada conversación, y reír de cualquier estupidez). Con los ojos rojos de sangre dejamos que el tiempo pasara sin llamarnos la atención. Ya llevábamos un rato en eso, cuando pasaron cuatro chicos, riendo, hablando fuerte, dejando en claro que ya habían tomado algo. Nos sentimos invadidos, al menos los primeros minutos. Nos habíamos acostumbrado a la soledad de la plaza y que llegara alguien mas fue extraño. Rompimos con risas el silencio cuando tres de los que habían llegado, se fueron a mear una muralla (si hay necesidad de ello, se va a una muralla de crateus, en lo oscuro). Luego se devolvieron, el cuarto venia más atrás, lo había visto antes. En clases. Aunque nunca habíamos hablado ni nada, cuando pasó por mi lado me saludó como si fuéramos amigos desde hace tiempo. Yo, por lo volao que estaba, apenas pude articular un…’’wena’’…y quizás un pequeño movimiento con la mano. Se fue y me largue a reír. Es increíble como el alcohol nos hace amigos a todos.
Una vez de vuelta en la camioneta, encendí un cigarro, me tomé un poco de tiempo para elegir la música, y nos quedamos pegados, las cuatro cabezas, ocho oídos, no sé cuantas neuronas y cuatro culos, cada uno en su lugar, escuchando un temaso (siempre puedes olvidar, de C. García +M. Sosa)… y así, pasaron otros, hasta que nos dimos cuenta de que eran las 4.30. a.m...

Entonces partimos.

15.5.09

Los sábados

Ella se viste de mujer los sábados. Saca del ropero el vestidito blanco y lo cambia por las medias rojas que le comen los pies.